Las vacunas de Pfizer/BioNTech, Moderna, y la Sputnik V serían las que dan más protección a más de 7 meses de la aplicación
Redacción
CIUDAD DE MÉXICO.- Investigadores de Australia aportaron un avance para empezar a contestar uno de los interrogantes más frecuentes entorno a las vacunas contra el COVID-19: cuánto dura la protección en el mundo real, y no en ensayos controlados.
Llevaron adelante un estudio -que aún espera revisión de colegas en una revista especializada– con técnicas de modelado predictivo para estimar la robustez y la duración de la protección inmunitaria conferida por siete vacunas diferentes para COVID.
Los resultados sugieren que cuanto más proteja una vacuna inmediatamente después de ser administrada, más durará su protección.
Sin embargo, advierten que se necesitarían ajustar las estrategias de vacunación para enfocar mejor el problema de la disminución de la inmunidad contra el coronavirus.
Los científicos, liderados por Miles Davenport, del Instituto Kirby, que depende de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sidney, Australia, basaron su modelo en el supuesto fundamental de que los niveles elevados de anticuerpos neutralizantes – que son subgrupo de anticuerpos que pueden inactivar el virus- se correlacionan con la protección inmunitaria.
Esta cuestión había surgido antes en investigaciones anteriores sobre la reinfección en pacientes recuperados de COVID-19 y la seguridad y eficacia de la vacuna.
Utilizaron para hacer el estudio los datos disponibles sobre las vacunas elaboradas por las empresas Pfizer-BioNTech, de Estados Unidos y Alemania respectivamente; Moderna, de Estados Unidos; Sputnik-V, de Rusia; Bharat Biotech, de la India; Johnson & Johnson, de los Estados Unidos; AstraZeneca; de Inglaterra; y de la Coronavac de Sinovac Biotech, de China.
Pudieron delinear el estado de los niveles de los anticuerpos neutralizantes generados por cada una de las vacunas a lo largo de 250 días.
También se destaca el uso de plasma convaleciente como modo de contener la pandemia de coronavirus SARS-CoV-2, que logró en febrero de 2021 una autorización de uso de emergencia por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los EU. (FDA, por sus siglas en inglés) en pacientes hospitalizados como parte de los esfuerzos continuos de la agencia para combatir el COVID-19.
En Argentina, la Fundación Infant llevó adelante un extenso estudio científico publicado en la prestigiosa revista científica The New England Journal of Medicine que concluyó: “La administración de plasma de convaleciente con altos títulos de anticuerpos IGg contra el SARS-CoV-2 para pacientes infectados dentro de las 72 horas posteriores al inicio de síntomas redujo el riesgo de progresión a enfermedad respiratoria grave en un 48%”.
Los investigadores australianos compararon esas trayectorias con las de los pacientes recuperados de COVID-19 que tenían inmunidad natural.
Además, modelaron cómo podrían comportarse los niveles de anticuerpos más bajos contra las nuevas variantes del coronavirus.
También utilizaron los sueros de los convalecientes como referencia para normalizar los datos de la vacuna, que en su estado original procedían de un conjunto diverso de ensayos y, por tanto, eran difíciles de cotejar.
Los investigadores esperan que el estudio de modelización “ayude a desarrollar estrategias de vacunación para controlar la trayectoria futura de la pandemia”.
Una cuestión que se debería tener en cuenta en los planes de vacunación es que la protección contra la enfermedad COVID-19 no es lo mismo que la protección contra la infección en sí misma.
Cuando los investigadores analizaron los niveles de neutralización producidos por cada vacuna e introdujeron las cifras en su modelo, descubrieron que la protección frente al COVID-19 grave se mantenía estable, pero la protección frente a la infección por el coronavirus disminuía de manera significativa.
Detectaron que el grado de disminución de la protección conferida por la vacuna dependía de la intensidad inicial de la respuesta de los anticuerpos neutralizantes.
El estudio de Australia también intensifica la preocupación sobre el riesgo de más casos de infectados con las nuevas variantes del coronavirus, especialmente las de Inglaterra, Sudáfrica, y Brasil. Esas nuevas variantes son más difíciles de neutralizar que el virus original que se detectó en Wuhan, China en enero del año pasado.
Varios estudios ya han documentado cómo la eficacia de la primera generación de vacunas COVID-19 -incluso en su punto más potente, en los días siguientes a la inmunización- se reduce contra la variante sudafricana en particular: dan protección pero no tanto como se había demostrado al evaluarla con el virus original.
El modelo predictivo de los científicos australianos tuvo en cuenta el tema de las variantes. Sugiere que las variantes suponen una mayor amenaza para las vacunas con una menor eficacia inicial contra el virus original.
Si la eficacia inicial de una vacuna es de alrededor del 70%, por ejemplo, y los niveles de neutralización de la vacuna se reducen cinco veces por la presencia de una nueva variante, los investigadores predicen que la eficacia caerá a sólo el 25 por ciento.
Otro resultado que aportó el trabajo es que existirían diferencias con respecto a los niveles de anticuerpos neutralizantes según la vacuna que se aplique.
Las vacunas de Pfizer y Moderna fueron las más eficaces, con una eficacia inicial del 95% que no descendió al 50% hasta el día 200 aproximadamente. La vacuna Sputnik V mantuvo una eficacia del 70% a los 150 días y del 50% a los 125 días.
las vacunas Johnson & Johnson y AstraZeneca tuvieron una eficacia inicial del 67 y el 62% respectivamente, pero alcanzaron la marca de protección del 50% alrededor del día 50. En el extremo opuesto estuvo la vacuna Coronavac de Sinovac, que se está administrando en Chile, entre otros países. Esa vacuna tenía una eficacia inicial del 50 por ciento, pero encontraron protección a los dos ó a los seis meses de administración según el modelado.
Sin embargo, los resultados no significan que haya que descartar algunas de las vacunas autorizadas. Admiten que el estudio es predictivo, no prescriptivo, y que se basan en medias hipotéticas extraídas de los datos disponibles sobre sueros de convalecientes.
Con información de Infobae