Contra una instalación petrolífera en la costa occidental del país árabe, en territorio controlado por los hutíes
Redacción
CIUDAD DEL VATICANO.- El ataque lanzado el pasado viernes por Estados Unidos en Yemen fue el más mortífero desde que el jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, decidiera el mes pasado intensificar los bombardeos contra posiciones hutíes en el país, y marca una escalada sin precedentes en las hostilidades entre el grupo proiraní y Washington.
Alrededor de 80 personas murieron y 150 resultaron heridas en el asalto que tuvo lugar en las horas previas a las conversaciones entre Estados Unidos e Irán, considerado el principal aliado de los hutíes.
La dinámica del bombardeo
La incursión nocturna afectó al puerto petrolero de Ras Issa, en la provincia de Hodeidah, en la costa que da al Mar Rojo. Según fuentes locales, cazas estadounidenses realizaron catorce incursiones consecutivas durante la noche.
Las imágenes de satélite mostraron tanques, vehículos destruidos y el vertido de grandes cantidades de petróleo que se derramaron en el agua.
El ejército estadounidense anunció que había atacado con el objetivo de privar a los hutíes de una fuente de energía y, por tanto, también de beneficios económicos.
La milicia proiraní, por su parte, acusó al agresor de atacar deliberadamente una estructura civil al servicio de la población, calificando el incidente de “agresión totalmente injustificada”.







